miércoles, 22 de enero de 2014

Azul y Brisa

Yacía una niña sentada en una banca, un domingo por la tarde, sin aparente prisa y sin alguien cerca al que ella acompañase, y mucho menos a quien ella espere.
 Ella tenía la mirada fija al vacío, como si estuviera sumida en un mundo surreal. Donde los demás parecían no tener más importancia; como si fuesen adornos de aquel entorno inerte.
Hasta que, en un momento dado, una pequeña mariposa, de vívidos matices azules se posa sobre su frágil hombro derecho, para luego sobrevolar frente suyo, despertándola de aquel letargo que la abstraía a un mundo inerte. Sólo bastó la gracilidad de aquel pequeño ser.
Aquel pequeño instante, quedó guardado en la eternidad del tiempo; pues aquellos segundos, bastaron para traer a aquella niña a la vida y hacerle observar el mundo de una manera como nunca antes lo había hecho. De pronto, una sensación enérgica recorrió todo su ser.
De inmediato, pudo sentir la brisa acariciar su rostro y oler el aroma a eternidad; bajo sus pies, la frescura de la hierba húmeda y en frente suyo observar el grácil revoloteo de un ser; aquel, que le permitió volver a la vida. 
Todo esto en una fracción de segundos, hasta que la pequeña decide levantarse y correr con todas sus fuerzas para llenar sus pulmones de vida.

Dicen que a esta niña se la puede ver en pocas ocasiones y quienes logran verla, suelen ser personas que quieren cambiar el rumbo de las cosas.
Señalan que aquella niña corrió hasta convertirse en la brisa que acaricia tu rostro cuando estás triste, para desearte mejores ánimos y hacerte sentir todo esto en una fracción de segundos... Aquellos por lo que ella vivió y yace en ti.


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